Dado que Celeste fue intimidada aquí, Alfonso no se atrevió a enojarla más, por lo que no se interpuso y ordenó que trajeran a Manuel.
Unos diez minutos después, un guardia de prisión de rostro preocupado llegó apresuradamente, informándoles:
—Director Valbuena, ¡tenemos un problema! ¡Manuel Jiménez se ha desmayado!
—¿Cómo que se ha desmayado? —interrogó Celeste muy preocupada.
El guardia, con cierta reticencia, le respondió:
—Cuando llegamos a buscarlo, Manuel estaba peleando con los demás y luego fue golpeado. Yació en el suelo inconsciente…
Alfonso, enfurecido, exclamó:
—Entonces ¿qué estás esperando? ¡Ve de inmediato a llamar a un médico!
Celeste se apresuró a decir:
—Voy también, ¡necesito verlo!
***
Llegaron pronto a la prisión de Manuel, que era una habitación oscura y húmeda, flotaba un fuerte olor desagradable y nauseabundo. Cuando vio a Manuel, Celeste se dio cuenta de que la situación era mucho peor de lo que el guardia había descrito.
Manuel yacía inconsciente sobre una de