Kieran había luchado en distintas batallas pero no estaba acostumbrado a matar.
Era joven, aunque ya no se consideraba un cachorro pero ahora tendría que matar para sobrevivir y eso fue exactamente lo que hizo.
Escuchó los gritos eufóricos de la gente concentrados en un solo lugar, enseguida se deslizó con facilidad.
Pero cuando aparecían otros machos terminaba matándolos para llegar a su objetivo.
Podía sentir a su melliza cerca y enaeguida esperó a no ver a nadie antes de entrar a la habitación donde estaba Devanie.
Su hermana estaba dormida en la cama pero pareció sentir su cercanía porque enseguida sus ojos se abrieron y al verlo en la puerta sus ojos se abrieron llenos de sorpresa.
Kieran llevó un dedo a sus labios indicándole silencio y Deva se levantó de la cama de golpe.
El cachorro se quedó en la puerta vigilando y solo cuando su hermana tomó su brazo.
Él comenzó a guiarla con sígilo.
—Tenemos que mantenernos silenciosos. Un error y estamos jodidos. ¿Estás bien? —la miró co