Capítulo 1.

Dominic se levantó de la silla negra en la que estaba, y entonces se acerco a Arnold que seguía allí custodiándolo como si se tratara de su guardaespaldas.

-Tenemos que hablar – dijo el hombre, caminando a su lado, guiándolo hasta una de las muchas salas en el club nocturno.

-Por supuesto que si – Arnold lo siguió, seguido del guardaespaldas de Dominic que nunca lo dejaba solo y lo acompañaba a todas partes.

-Quiero a la chica del antifaz negro – soltó de golpe.

Arnold abrió los ojos con sorpresa, Abigail, la chica del antifaz negro, a parte de ser su hija, también era la mejor chica que tenia en el sitio, era por eso que nunca había que querido que Dominic viera ni a Abigail ni a Heather, ellas dos eran sus minas de oro, las dos chicas eran las superestrellas del sitio, todos los hombres las amaban, a Heather, porque no tenía escrúpulos, Heather era un chica desinhibida, sabía que era una mujer guapa y no le importaba demostrarlo, Heather bailaba, se tocaba, e incluso cuando quería encender un poco la llama, hacia espectáculos y se besaba sensualmente con las otras chicas, Heather era candela pura, y Abigail no se quedaba atrás, aunque Abigail era mas recatada, eso no le impedía contonearse para conseguir dinero. Abigail también era guapa, lo era mucho más Heather, Abigail tenia la piel blanca como la nieve, y los ojos azules como el agua, tenía los labios carnosos y rojos, pero sin duda el mejor atributo de Abigail era su cuerpo, su pecho era erguido, sus pezones rosados, su abdomen era completamente plano, y en su espalda tenia unos lunares alucinantes, las piernas de Abigail eran femeninas, pero fuertes, y ni que decir de su culo, que era respingado, redondo, y perfecto.

Ellas dos eran todo lo que los hombres amaban, a los hombres con dinero les gustaba ir allá para verlas a ellas, para verlas tocándose, y para disfrutar de todo lo que el cuerpo de ellas tenía para ofrecer.

Y si Arnold le vendía a una de sus super estrellas a Dominic, entonces sabía que la audiencia podia bajar, incluso aunque las otras chicas eran iguales de bellas.

-Ella es una de mis mejores chicas – le dijo Arnold a Dominic, que lo veía con impaciencia.

-¿Qué estas tratando de decirme? – inquirió con fuerza, nadie nunca le decía que no a Dominic, él siempre tenia lo que queria y en ese momento queria a Abigail mas de lo que había querido nada en mucho tiempo.

Ella era como una diosa griega, y él tenía que comprarla para tenerla a su entera disposición, para poder acceder a ella siempre que se le diera la gana, Dominic quería que Abigail fuera otro de sus juguetes, y no le interesaba lo que Arnold pensara, él no se iba a ir del club sin ella.

-¿Para que la quieres? – inquirió Arnold.

-Eso nunca ha sido de tu incumbencia, y no voy a empezar a contarte cosas sobre mi vida ahora – resoplo con asco.

Dominic era un jodido amante del sexo, le encantaba todo lo que tuviera que ver con eso, era insaciable, era como una máquina, se dio cuenta de que esa era su naturaleza en cuanto cumplió 20 años, y se dio cuenta de que la mejor forma de satisfacerse no era con una novia, si no con una mujer, a la que él no tuviera que pedirle permiso, una mujer a la que pudiera acceder cuando se le diera la gana, y, sobre todo, de la forma en que se le diera la gana. Una mujer a la que pudiera castigar, azotar, morder, y poseer, siempre que quisiera, cuando quisiera, y donde quisiera.

Fue en ese momento, en el que compro a su primera virgen, una chica de buenas proporciones de piel trigueña, y cabello liso, ella fue su primera mujer, y desde ahí supo que no podia parar, por eso se encargó de crear toda una colección exclusiva de mueres para él, una por cada uno de los diez años en que llevaba haciendo lo mismo, y ese año era el turno de Abigail Page.

-¿Cuantos años tiene la chica? – le pregunto al dueño del club.

-19 años.

-¿Y es virgen?

-Si.

-¿Cuándo le hiciste el último examen?

-Hace quince días.

-¿Tienes los resultados?

-Por supuesto que sí, en este sitio, cuidamos muy bien a nuestras chicas.

-¿Cuáles son sus hábitos? – inquirió, como si estuviera hablando de un perro y no de una persona, pero asi era Dominic, era frio, cruel y no le interesaba en absoluto los sentimientos de otra persona. No le importaba porque ni siquiera él mismo tenia sentimientos, Dominic nunca en su vida había sentido dolor, o amor, la única emoción de la que él había experimentado era la rabia.

-Es una chica tranquila, no fuma, y tampoco toma licor, son las reglas de este lugar.

-Hábitos sexuales – explico con fastidio.

-No lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes? ¿No tienes cámaras en las habitaciones de las chicas?

-En la mayoría, si, pero en la de Abigail no tengo cámara.

-¿por qué no?

-porque también es mi hija – respondió como si nada.

-Bien – Dominic asintió – o sea que no sabes si se masturba, o si acaso a ella le gusta jugar…

-No, no se al respecto.

-Creo que tendré que averiguarlo por mi cuenta.

-Todavía no he dicho que vaya a vendértela – susurro despacio Arnold, tratando de no encender la rabia de Dominic.

-Y yo no te lo estoy preguntando, lo estoy dando por hecho.

-Esta chica es una joyita, no puedes llevártela asi como asi – Arnold no estaba preocupado porque fuera su hija, en realidad Arnold no quería demasiado a Heather ni a Abigail, el único valor de ellas radicaba en todo lo que él podia sacar de ellas, en la plata que ellas le generaban, sin embargo en ese momento, tenía que hacer el papel de padre para conseguir dinero de ese hombre al que le sobrara.

-¿Cuánto quieres por ella?

-Veras, debes entender que…

-¿Cuánto puto dinero quieres por ella? Deja el rodeo, dime la cifra, y la pagare.

Arnold soltó un silbido, se puso las manos en la cadera y entonces pensó en la cifra que se merecía por Abigail.

-Dos millones de dólares – soltó al fin.

-¿Dos millones de dólares por la chica del antifaz negro?

-Si, eso es lo que te costara.

-Roy, trae el dinero – le dijo Dominic a su guardaespaldas.

El hombre salió en absoluto silencio de la habitación, moviéndose sigiloso igual a como hacia siempre.

-¿Tienes el dinero aquí?

-Si, sabia a lo que venía, y siempre estoy preparado – sentencio con seriedad.

-¿Cómo sabias cuanto iba a costarte? – inquirió Arnold asombrado, incluso aunque había tratado con Dominic en otras ocasiones, el hombre seguía siendo un misterio, Dominic era ciertamente una persona particular.

-Como te he dicho antes, vine preparado para lo que quería – dijo algo molesto.

A Dominic no le gustaban las personas parlanchinas, mucho menos preguntonas, él prefería el silencio, así le era más fácil leer a las personas, Dominic desde muy pequeño entendió, que si quería conocer realmente a alguien entonces debía guardar silencio, esa fue una de las pocas cosas que aprendió de su padre, el silencio era la clave de todo, hacia hablar a los torpes y hacia más sabios a los sabios.

Roy volvió a entrar en la habitación, y le entrego a su jefe el maletín con los dos millones de dólares que estaba pidiendo Arnold por la chica del antifaz.

-Ahí esta el dinero, haz que lo cuenten, si algo hace falta, me avisas, pero no te quieras pasar de listo conmigo.

-Nunca lo haría – soltó Arnold viendo al maletín como si fuera un perro hambriento por un hueso.

-Dile a la chica que la esperare afuera, que no tarde, no me gusta esperar – hablo.

-¿Vas a llevártela ya?

-Claro que si – Dominic asintió, desde que vio a Abigail no pensó en otra cosa que no fuera poder acariciarla, y sobre todo, tocarla, y no iba a perder otro segundo alargando mas su agonía, quería tenerla a ella, por completo a su disposición, y después de todo, ya había pagado por ella, ya le pertenecía. Era suya y ni siquiera ella podía cambiar la situación.

-Necesitara un rato para empacar.

-Ella no necesitara nada conmigo… Nada mas que el antifaz negro.

-Le diré – Arnold salió de la habitación y se dirigió al camerino, donde las mujeres del club terminaban de organizarse para poder volver a casa, solo que esa noche en particular, Abigail no volvería a su casa, si no que iría a su nuevo hogar, con Dominic.

-Abi, tendrás que venir conmigo – le dijo su padre a la chica rubia que ya se había puestos unos simples jeans ajustados y un saco negro.

-¿A dónde? – preguntó intrigada.

-¿Nos iremos a casa ya? – pregunto Heather, que también estaba en el camerino.

-No Heather, tu y yo nos iremos a casa después, Abigail tiene que venir conmigo a otro sitio.

La chica frunció el ceño, vio en dirección a su padre y después a su hermana, no entendía que era lo que estaba pasando, pero algo le decía que no se trataba de nada bueno.

-¿Heather puede venir conmigo? – inquirió Abigail.

-No, vendrás tu sola – aseguro Arnold, tomándola del brazo.

-¡No voy a ir contigo hasta que me digas de que se trata todo esto! – dijo, con el tono de voz mas elevado de lo normal.

-Vas a conocer a un amigo, se que se llevaran bien – suspiro, y entonces la chica lo siguió.

Cuando salieron del camerino y se acercaron a la sala donde estaba el escenario, Abigail abrió los ojos con sorpresa, mientras Dominic se daba la vuelta y ella lo reconocía, su padre la estaba llevando con ese hombre que no le generaba nada positivo a ella, y estaba suponiendo lo peor, aunque algo dentro de si intentaba convencerse de que nada malo estaba sucediendo, y que su padre solo quería que ella conociera a Dominic por razones inocentes.

Sin embargo, en canto Dominic la vio, la detallo de arriba abajo, y le sonrió como el mismismo demonio, ella comprendió, que estaba metida en serios problemas.

La estaban llevando al infierno, y sentía que se iba a quemar.

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