Mundo de ficçãoIniciar sessãoAlicia
Como todas las mañanas desde que empezó esta pesadilla del divorcio, Diego espera a que nuestro hijo se marche para la escuela y empiezan los gritos, los reproches y las malas palabras. No habían pasado ni treinta minutos desde que me levanté de la cama y había ayudado a mi niño a preparar todas las cosas de cole, y ya lo tenía ahí batallando como siempre.—¡Tú! —me señala con el dedo mientras se dirige a mí—. ¿Me quieres explicar por qué tengo que vender mi casa?—Nuestra casa —puntualizo—. Tienes dos opciones, o la ponemos en venta y nos repartimos lo que nos paguen de la venta, o bien me pagas tu parte y te quedas con ella para ti solito.—Pensé que te querías quedar con ella, que no mudarías de su hogar a nuestro hijo, aquí est&aac






