- Las señoritas no están_ se apresuró a decir Matilde.
Erguido frente a la puerta, rígido en su uniforme militar, el coronel Alcázar la miraba, otra vez con la sonrisa petulante bajo su bigote.
-Lo sé. La vine a visitar a usted, Matildita.
Turbada y sorprendida, Matilde recibió un ramo de rosas y una caja de bombones finos que le tendió el hombre.
- ¿Y no me va a invitar a pasar? ¿Así se atiende a las visitas en España?
- Soy argentina, señor. Y este es mi lugar de trabajo, no puedo recibir visitas.
-Caramba, que impertinencia la mía. Disculpe. En ese caso, mañana es domingo ¿Me aceptaría una invitación para tomar un café en la confitería Colón?
-Yo no puedo ir a la Colón. Allí van las señoras.
-Ay, Matildita, Matildita… esas cosas están