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Capítulo 40 : Bocadora de pene

Ariane

Veo a los dos infieles entrar en el comedor como si fuera normal. 

¿Cómo pueden acostarse bajo el mismo techo que la mujer de ese idiota? 

¿No tiene ningún respeto por su esposa? 

Ellos conversan sonriendo como amantes y el imbécil viene a sentarse frente a su esposa mirándola bien a los ojos, como si todo fuera normal. 

Ella, pobre tonta, está sentada allí, como una muñeca de trapo, sin decir nada. 

¿No tienes dignidad que defender? ¿No tienes derechos que reclamar? ¡Eres su esposa, maldita sea! Dame una bofetada en las mejillas de esa "marie-couche-toi-là". 

- Hola a todos, dice el idiota, ¿han dormido bien? 

- Hola a todos, disculpen, pero no podré desayunar con ustedes, porque mi Jet despega en poco tiempo. 

- Claro que no puedes desayunar con nosotros, ya que te has llevado todo el jugo que había en sus cojones, bestia en celo. 

- ¿Qué acabas de decir? Ella se vuelve hacia mí, lista para atacar, pero yo estoy esperando eso, ven, y te arranco los ojos. 

- Me has oído muy bien, señora "bésame", ¿no tienes vergüenza? ¡Vienes a acostarte con un hombre casado bajo su techo, y como si eso no fuera suficiente, en presencia de su esposa! ¿Qué tipo de criatura eres? porque no eres un ser humano, no, eres un animal. 

Durante todo mi discurso, Auracio intenta impedirme continuar, pero me suelto de sus brazos que me retienen y me impiden hablar. Angèle está roja como un tomate de vergüenza y su rostro está rojo de ira. En cuanto a la mujer fácil, me mira con ojos llenos de rabia. 

- Vas a tener que cuidar tu lenguaje, niñita, si no quieres que te dé una corrección bien merecida. 

Tomo el vaso lleno de jugo que está frente a mí y se lo lanzo a la cara. 

- Toma esto primero, antes de intentar darme una corrección, sucia perra. 

Ella viene hacia mí, cuando su amante la agarra, impidiéndole acercarse. 

- Déjala venir, ya veremos quién recibe la corrección, sucia perra. 

- ¡Basta ya, Auracio, lleva a tu salvaje y sácala de aquí! Fabiola, ven, debes cambiarte antes de irte. Angèle, ¿puedes acompañar a tu nueva amiga para que se calme? Debo hablar con mi invitado. 

Auracio me abraza para salir, me pide que me calme. 

- ¿Cómo quieres que me calme ante esta injusticia? ¿Te parece normal? ¿Ese comportamiento de m****a que tiene?

- No, pero es su asunto interno, no tienes que inmiscuirte en eso. ¡Es su vida privada! 

- ¿Qué entiendes por vida privada? Todo esto ha sucedido frente a nosotros. 

- Ariane, por favor, cálmate, no te enojes así, es Angèle quien habla. 

- ¿No estás bien? Soy yo a quien defiendo, ¿y me pides que me calme? ¡No es posible! 

La agarro por los hombros y la sacudo. 

- Despierta, Angèle, despierta, tengo la sensación de que estás dormida, ¿no te duele ver a tu hombre con la mujer con la que durmió anoche? 

- ¡Por supuesto que me duele! Pero, ¿qué quieres que haga? 

Y ahí, comienza a llorar. Le pido a Auracio que nos deje solas, necesitamos hablar entre mujeres. 

- Muy bien, intentaré calmar a mi primo para que no te arranque los ojos, estarán cara a cara. 

- Ven, sígueme a mi habitación, necesitamos hablar. 

Ella me sigue dócilmente, al llegar a la habitación, cierro la puerta y nos sentamos. 

- ¿Recuerdas de qué hablamos, verdad? 

- Sí. 

- Entonces, ¡no es momento de rendirse! ¡Es hora de levantarse y luchar como nunca! ¿Me entiendes? 

- Lo he entendido muy bien, amiga, vi con qué rabia me defendiste, y tengo la intención de defenderme con esa misma rabia. ¡Me has abierto los ojos de cierta manera, no tengo intención de dejar que me pisoteen! Defenderé mi honor como una tigresa. 

- No esperaba menos de ti, eso es de mafiosa. Ahora debemos comportarnos como ellos: nuestros maridos y prometidos, en relación a sus territorios. ¡Son ellos nuestro territorio! Y debemos defenderlo con uñas y dientes. 

- He entendido, te mantendré informada sobre la evolución de la situación. 

- ¡Mejor, todas por una! 

- ¡Una por todas! 

Nos abrazamos y luego ella sale de mi habitación. Me quedo sola y empiezo a reflexionar sobre las consecuencias de mis actos. Espero que mis acciones no pongan a esos dos primos en un aprieto. 

Me siento frustrada por todas estas injusticias hacia las mujeres, ¿te imaginas si fuera su esposa quien lo hubiera hecho? De todas formas, ella nunca se atrevería. ¡Porque tiene dignidad! Me siento mal por ella. 

Tan mal, que me tumbo en la cama y espero que Auracio venga a darme una reprimenda. Sé que no me correspondía hablar, pero la indignación era demasiado grande, no podía quedarme callada. Tenía que salir. Ahora me siento más libre, más ligera, aunque sé que no debí abrir la boca. Sé que soy demasiado impulsiva cada vez, y siempre me emociono demasiado rápido.

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