Ariane
Ella se queda con la boca abierta, completamente desconcertada por el tono dulce que él utiliza conmigo.
Sí, debes saber cuál es tu lugar, sala de perras. La jefa aquí soy yo.
—Bebé, ¿qué vamos a beber? —le digo, deslizando mis dedos por su cuello, acariciándolo con suavidad—.
—¿Qué quieres tomar, mi ángel? —me responde con esa voz que derrite.
Adopto esa actitud cándida, casi infantil, solo para demostrarle a la otra que soy la bebé, el corazón de su jefa. Y él me lo devuelve con creces. Me entiende, lo siento. Sabe que cuando quiero poner a los demás en su sitio, él debe respaldarme. Me lo concede, me coloca en lo más alto, por encima de todos, y ¡me encanta eso!
No puedo evitarlo, soy así. Me fascina armar escenas por nada, por puro gusto. Y él empieza a ceder a todos mis caprichos. ¡Eso es exactamente lo que buscaba! Alguien que soporte esta mierda de carácter que tengo. Sé que no soy fácil, que soy arrogante, narcisista, incluso insoportable, pero eso es precisamente lo qu