Harry
— Gracias, de verdad. Has sido maravillosa.
Ella me sonríe, radiante, feliz de haber podido complacerme. Hay una dulzura en sus ojos, ese pequeño destello de ternura que me vuelve loco.
— ¿Me muestras la ducha? Me gustaría limpiarme.
— Sígueme.
Ella me guía a través del apartamento hasta su habitación. La habitación es espaciosa, decorada con gusto, acogedora... pero no es eso lo que capta mi atención. Es su presencia, su perfume, sus gestos delicados. Ella me perturba. Me deslizo en el baño contiguo, tomo una ducha rápida, el agua caliente aliviando mis músculos tensos.
Cuando salgo, ella está sentada en la cama, con las piernas cruzadas, vestida con un fino albornoz. Me acerco y la beso suavemente. Nuestros labios se encuentran con cierta impaciencia.
— ¿Puedo pasar la noche contigo? No te preocupes, no iré más lejos, solo quiero quedarme a tu lado.
Ella asiente con una sonrisa tierna.
— De acuerdo, puedes quedarte. Ven, acuéstate cerca de mí... y háblame de ti, de tu familia.