“Y esa valentía la tenemos tú y yo” —añadió Laura, apoyando su cabeza en el hombro de Alex—. “Somos ejemplos de que el amor y la trabajo pueden coexistir en armonía, sin secretos ni miedos.”
Sus palabras resonaron en el silencio de la noche, y en ese momento, ambos sintieron una profunda conexión con el universo, como si su historia fuera solo una pieza de un rompecabezas mucho más grande, lleno de posibilidades y sueños por cumplir.
Al día siguiente, en la oficina, la rutina parecía cobrar un nuevo brillo. La energía positiva era contagiosa, y la actitud de los empleados reflejaba un cambio genuino. Algunos se acercaron para felicitarlos, otros simplemente les sonreían con complicidad. La atmósfera ya no era tensa ni llena de juicios, sino de respeto y admiración.
Pero no todo era color de rosa. En ese mismo momento, en una sala cercana, Marta, la gerente, conversaba con uno de los socios, David, sobre la situación.
“¿Crees que esto pueda afectar la imagen de la empresa?” —preguntó M