77. Tal vez... solo tal vez
77
Ryder
El silencio en casa tenía otro tono desde que los niños vieron a Seraphina.
Como si el aire contuviera algo sagrado. Un susurro. Un fantasma que ya no era solo memoria. Ahora tenía rostro. Un rostro confundido, pero vivo. Y eso era más de lo que había podido soñar en cuatro años.
Los encontré en el cuarto de juegos, rodeados de crayones y hojas de colores. Martina los había ayudado a organizarlo todo, pero era claro que la idea había sido de ellos.
Freya estaba dibujando una flor gigante con el nombre “Mami” en letras torcidas. A su lado, Orión garabateaba estrellas, diciendo que le gustaban porque "quizá mami las vio mientras no estaba". Nikolai escribía con esmero, la lengua fuera, concentrado en formar frases completas. Lya coloreaba un corazón enorme con tres caritas adentro: la suya, la de Seraphina… y la mía.
—¿Qué hacen, mis valientes? —pregunté desde el umbral, aunque ya sabía la respuesta.
—Cartas para mamá —dijo Freya sin levantar la vista.
—Y dibujos —agreg