Haidar terminó una llamada de negocios en su oficina, cuando de repente su teléfono volvió a sonar. Era Jamal, su amigo siempre tan despreocupado y animado.
—Oye, ven a mi club esta noche —dijo Jamal, casi exigiéndolo—. Estoy seguro de que la vas a pasar bien. Necesitas relajarte, hermano. Además, hay chicas nuevas trabajando, y estoy seguro de que querrás conocerlas. Puedo arreglarte servicios VIP, los que tanto te gustan.
En otro momento, Haidar habría aceptado sin pensarlo. Su vida había estado llena de noches despreocupadas, lujos y placeres sin compromiso. Pero esta vez, la propuesta no le resultó tentadora. Algo en su interior lo frenaba, y no podía dejar de pensar en Brenda. Ella no era más que parte de un contrato, su objetivo, pero aun así, su presencia se había convertido en una especie de límite invisible.
Haidar frunció el ceño, incómodo consigo mismo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Brenda le venía a la mente en momentos como este? No tenía sentido, y eso lo irritaba. Toda