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Capítulo 4: Un hombre voluble.

Aunque la duda es la que domina sus pensamientos, Vania asiente con una leve sonrisa, Mateo no puede evitar sonreír y levantarla por la cintura, para luego hacerla girar. Vania se ríe y ese sonido se le hace a Mateo el más hermoso del mundo.

Hace que lo rodee con sus piernas por la cintura, se la lleva a la ducha y allí la hace suya una vez más, entre los gemidos delicados de la muchacha, que siente su cuerpo arder por las caricias y los besos del hombre.

Cuando terminan, ella se queda con los ojos cerrados unos minutos, para cuando los abre lo mira con duda.

—Mateo, no sé cómo hacer para irme contigo, mi hermano es muy sobreprotector, temo que no quiera dejarme ir.

—Dile que te quedarás con una amiga.

—Mi única amiga es Alina y la llamará en cuanto le diga que me quedaré con ella.

—Entonces, habla con ella primero —le dice algo exasperado, mira la duda en Vania y le dice molesto—. Si no quieres ir, deja de poner excusas, solo dímelo y ya está.

—No es eso… —pero no puede terminar de decir nada, porque Mateo sale de la ducha, se cubre el cuerpo con una toalla y la deja allí, sola y sintiendo miedo por muchas cosas.

Para ella no es fácil mentir, porque sabe que esta tiene patas cortas, pero sobre todo, aquellos cambios de humor de Mateo.

¿Y si le pasa lo mismo en el viaje? ¿Si se da cuenta que no es el príncipe que cree acaba de conocer?

«Ya pasaste la noche fuera, ¿qué más da?», su consciencia la anima un poco y ella decide que no pondrá más peros, así que sale de la ducha, se seca rápidamente y se coloca una bata para salir a buscar su ropa.

Mateo no está por ninguna parte, así que se viste con prisa. Si él se ha ido de allí, es porque no quiere verla y el viaje se ha cancelado, se coloca la misma ropa que cargaba, excepto por la braga, porque no le gusta ir con ropa interior sucia.

Guarda la braga en su cartera, se peina un poco y se encamina a la puerta con la expresión de derrota.

«¿Y qué esperabas? Es un hombre que sabe lo que quiere, en cambio tú solo eres una niña que no tiene idea de qué trago pedir». No puede evitar soltar un par de lágrimas, porque siente que acaba de dejar ir al hombre de su vida por culpa de sus inseguridades de niña protegida.

Abre la puerta y se encuentra a Mateo de frente con una bandeja de comida, los dos se quedan viendo por unos segundos, hasta que el hombre rompe el silencio.

—¿Pensabas irte sin despedirte? —le pregunta tratando de ocultar el miedo que siente al verla así. A Vania le tiembla el labio y deja salir su respuesta con la voz quebrada.

—Creí que me habías dejado tirada porque estabas molesto… sé que eres un hombre que sabe lo que desea a la perfección y que yo solo soy una niña, pero en verdad quiero ir contigo a donde sea.

—Y dime, Vania, ¿Por qué irías conmigo a donde sea? —le pregunta caminando al interior, obligando a la chica a que entre otra vez.

—P-porque m-me gustas… m-me gustas mucho —le tiembla el labio, se está peinando el cabello con los dedos, pero sus ojos, la fuente de toda verdad, dicen que es sincera.

—Me gusta oírlo, porque tú también me gustas mucho —la toma de la mano y la lleva a la mesa—. Ven, comamos algo y luego nos vamos a nuestro viaje.

—Solo necesito que me dejes ir a mi casa por algunas cosas, para cambiarme de ropa y sacar mis documentos.

—No necesitas nada de eso.

—Es mejor ser precavidos, deja que vaya por mis documentos, al menos.

—Si no hay más remedio…

Comen en silencio, pero más animados que antes. Cuando terminan, ambos van al baño a lavarse los dientes y luego salen por otro pasillo, para no pasar por la discoteca. Un auto negro los espera en la salida trasera y Vania comienza a hacerse muchas preguntas.

Como, ¿qué hace Mateo para tener auto con chofer? ¿Acaso es dueño del Luci Notterna? Y así, muchas más, porque entró y salió como si nada de un departamento que está en el mismo local, la seguridad y la reverencia con la que parecen tratarlo.

Vania le dice que la espere afuera del edificio, que no se tardará, Mateo la deja ir con cierto recelo, pero no le queda más remedio que aceptar, porque recibe una llamada de trabajo.

Mientras sube al departamento, le escribe a Alina que si su hermano la llama, le diga que están juntas, que luego ella le explicará lo que sucede. Sabe que Alina la matará y después le preguntará, pero por ahora solo quiere irse sin complicaciones, quiere saber lo que es hacer lo que quiere y no lo que los demás esperan de ella.

La chica busca una maleta pequeña, en donde guarda lo esencial para esos tres días, busca sus documentos y baja rápidamente a encontrarse con Mateo. En cuanto la ven salir del edificio, él mismo sale para ayudarle a meter la maleta atrás y luego la hace subir.

El auto se dirige al aeropuerto, Vania piensa que debe tener alguna influencia, porque conseguir un boleto de un momento a otro no es sencillo, sin embargo, se encaminan a otro lugar.

Se da cuenta que hay un jet, un avión solo para ellos. Mateo le toma la mano, mientras pide que se encarguen de su equipaje, al entrar Vania no puede evitar su expresión de sorpresa. El hombre no se pierde la expresión de la chica y se molesta por esa reacción, porque es la misma de cualquier mujer que busca su dinero.

—Está muy lindo, debió costarte una fortuna…

—Y seguro que a ti te importa mucho eso, ¿verdad? —le dice con mal carácter y ella se encoge—. Eres como todas, que se deja deslumbrar por el dinero y el poder que un hombre puede tener para darles.

—Yo… yo no…

Vania retrocede, se gira para salir del avión y comienza el descenso de la escalera. Mateo se da cuenta de lo que acaba de hacer y la sigue. A la mitad logra tomarla por el brazo, pero ella forcejea para que la suelte de una vez. Mateo tira más fuerte y Vania termina impactando en el pecho de él.

—¡Déjame, me quiero bajar! Me das miedo, Mateo… no puedo decir o preguntar nada, porque te lo tomas a mal… —le dice entre sollozos.

—Perdóname, por favor, fui muy brusco en mi trato.

—¡No quiero! Yo no sé a qué mujeres estás acostumbrado a tratar, pero yo no soy como ellas.

—Shh… lo sé, ya lo sé… vamos, te prometo que me calmaré y pasaremos un fin de semana agradable, vamos…

Vania se deja llevar al interior del avión, Mateo se sienta a su lado sin soltarla ni un momento. El despegue es tranquilo, la muchacha poco a poco va recuperando el ánimo y se deja atender por el hombre a su lado.

Cuando llegan al aeropuerto de Florencia, un contingente de seguridad los espera, quiere preguntar, pero se queda callada, porque no quiere más malentendidos entre los dos.

Desde Florencia toman el rumbo a Prato, en donde Mateo tiene una villa con hermosos prados. Al llegar al lugar, Vania se baja directo para ir a correr entre las flores que bordean la casa. El lugar es realmente hermoso, siente por primera vez que es libre.

Mateo corre detrás de ella, mientras la oye reír y abrir los brazos para sentir el aire que la golpea. No deja de reír y de sentirse tan bien.

Hasta que su teléfono suena en su bolso, se detiene para responder con los ojos cerrados, mientras que del otro lado la voz furiosa de su hermano le pide explicaciones.

—¡Vania Makris, ¿dónde demonios te metiste?! —toma aire y le responde lo más calmada que puede.

—Hola, hermano, ¿cómo estás?

—¡No te hagas la graciosa conmigo! Quiero que me digas dónde estás, para ir por ti.

—¿Dónde más? Sabes que hay fines de semana en que me voy con Alina.

—Sí, pero siempre me pides permiso.

—Y siempre me lo das, ahora pensé que no era necesario, en especial porque tengo días libres de mi trabajo y que terminé mis exámenes con notas excelentes.

—No me gusta lo que has hecho, te regresas de inmediato, que tenemos que hablar.

—Lo siento, hermanito, pero ahora mismo no se me antoja hacerte caso, porque ya soy una adulta, que sabe cuidarse bien.

—Si eso es verdad, entonces la señorita se puede ir de mi casa, porque no permitiré que te comportes como una suelta, una fácil…

—¡Alto ahí, Aquiles Makris! Te estás pasando de la raya y para que te quede claro, no eres tú quien me está corriendo de su casa, sino que soy yo la que se va. En cuanto se me pase el enojo, iré por mis cosas, adiós.

Mateo la ve colgar la llamada y no se lo puede creer, acaba de pelearse como una fiera, la ve sonrojada por el mal rato, el pecho acelerado y ese cabello despeinado por el viento, sus ojos iluminados por el sol de la Toscana…

La atrae a su cuerpo para besarla y poco se demora en caer con ella en medio del prado para hacerle el amor. No sabe que es lo que ella tiene, pero lo provoca con lo más mínimo. Es frágil, pero se nota que cuando la molestan más de la cuenta, saca su carácter, que es bastante fuerte.

Una vez que terminan, la ayuda a vestirse en medio de las flores altas, le da la mano para llevarla a casa y allí Vania vuelve a quedarse con la boca abierta, solo que esta vez solo en su mente, para no provocar la molestia de Mateo.

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