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Capítulo 1: Una chica bailando.

Diez años después…

Vania va por la avenida un poco intranquila, porque no es de salir ni mucho menos con ropa muy ajustada, pero tras dejarse convencer por su amiga, decidió ponerse aquel pantalón negro ajustado a la cintura, con una blusa que cubría toda su parte delantera de color verde oscuro, pero en la parte de atrás solo se cruzan finos hilos que terminan en un nudo en la parte baja.

Por supuesto que eso no es lo que ve la gente, porque va con una chaqueta negra.

Han quedado de reunirse en una discoteca bastante exclusiva, en donde es necesario tener invitación para entrar o ser socio, y resulta que su amiga como hija de uno de los hombres más adinerados del país, entonces sí puede permitirse ese lujo.

Al llegar a la entrada, le muestra su identificación al guardia y le permite el paso al ver que es invitada de una de las socias VIP del lugar. Una chica la guía a un privado en el segundo piso, le ofrece algo de beber y comer, pero ella decide esperar unos minutos más por su amiga y su hermano, quienes irán a celebrar la finalización de los exámenes en la universidad.

Vania Makris es una chica de diecinueve años, proveniente de la hermosa isla de Mykonos, en donde creció con sus padres y su hermano mayor, quien se adelantó a Italia hace varios años y ella quiso hacer lo mismo para estudiar lo que más le apasiona, literatura.

Ama leer, pero no solo se queda en eso, sino que también disfruta el poder tocar un libro, analizarlo, estudiarlo, entender qué quiere decir el autor con sus palabras, el poder comprender mucho más allá de lo que las personas suelen lograr con solo una lectura pasajera.

La chica regresa para ofrecerle un trago y ella acepta un refresco, además de unas botanas. Saca su teléfono para enviarle un mensaje a Alina y se da cuenta que lo tenía en silencio, razón por la cual no lo había escuchado cuando ella la llamó tres veces.

Se va a los mensajes y con asombro ve que sus amigos no llegarán, porque Roberto tuvo un contratiempo, por lo cual decidieron posponerlo para un par de días más.

Vania llama a su amiga y ella le responde enseguida.

—¡Vania! Al fin me respondes, niña —le dice con cariño, porque es tres años mayor que Vania.

—¿Cómo es eso que no vendrán? Entonces es mejor que me vaya, no sea que me saquen de aquí y yo no quiero pasar vergüenza.

—¡No! Ya que estás allí, disfruta un rato, nadie te molestará si te quedas ahí, llamaré para que carguen todo a mi cuenta y te atiendan como reina.

—No me parece correcto, sabes que no me gusta abusar.

—No es abuso, cariño, digamos que es la compensación por no poder ir, gracias a que mi hermanito quiso probar un sándwich de dudosa reputación… disfruta la noche, pero no tanto, que luego tu hermano se infarta.

—Gracias, Alina… te quiero mucho, saludos a Roberto.

—Tranquila cariño, pásalo bonito, te quiero mucho.

Las amigas cuelgan la llamada, Vania se pone de pie y se acerca al balcón que deja ver la pista de baile en el primer piso. Aunque hay mucha gente, no todos están bailando, pero la música está invitando a hacerlo y ella ama bailar.

Se da cuenta que en frente solo hay cristales oscuros y que no alcanzan a reflejar lo que pasa en los espacios VIP, por lo que se deja llevar por la música, comienza a moverse al ritmo sin pudor. Se quita la chaqueta en el proceso, porque el calor la envuelve, se hace una coleta alta y sigue moviéndose.

La chica del lugar le lleva más comida y bebidas, sonríe al verla disfrutar de esa manera, sola y sin alcohol en el cuerpo. Vania se siente libre, como si no tuviera un hermano ultra protector encima de ella todo el tiempo y unos padres que desde Grecia le piden que se comporte como una niña bien.

Pero esa noche, nadie le dice cómo hablar, sentarse, beber, comer ni bailar… solo es ella y la música que recorre su cuerpo.

Horas antes, Mateo llegó a visitar uno de sus locales favoritos, una discoteca bastante lujosa, en donde se podía disfrutar de un ambiente tranquilo, pero exclusivo. «Luci Notturne» es de los espacios recreativos preferidos entre la juventud de las familias más adineradas, porque allí se podía hacer cualquier cosa y la prensa jamás se enteraría.

Al entrar, se da cuenta que ya todos los trabajadores están listos para abrir el lugar al público en un par de horas más, hasta la madrugada, porque si alguien quería sacarse un mal amor, podía hacerlo sin temor que lo corrieran de allí.

Su expresión dura, su porte masculino, que exuda testosterona, deja babeando a todas las mujeres que trabajan allí y también a unos pocos hombres. Su asistente, Laius, camina junto a él recibiendo todas las órdenes de su jefe, mientras Mateo sube a su oficina, la que queda justo en frente de los espacios VIP, pero gracias a sus cristales polarizados nadie lo sabe.

—Quiero que el administrador me entregue el balance de este mes, la estrategia para captar nuevos socios, las actividades programadas para lo que queda del trimestre y si hay algún evento apartado para dentro de un mes, quiero celebrar mi cumpleaños aquí.

—Sí, señor, voy ahora mismo a pedirle todo.

Así, mientras los jóvenes populares y que han nacido en cuna de oro, esos que aman gastarse el dinero de papi que ni siquiera han sudado, Mateo está con el ceño fruncido escuchando al administrador del lugar.

—Y para dentro de un mes, he dejado apartada la semana de su cumpleaños, puesto que creí que querría celebrarlo aquí, solo debe confirmarme si se mantiene así o solo el día de su onomástico.

—Solo ese día, no podemos darnos el lujo de perder clientes. Te felicito, Bariatti, estás haciendo un trabajo magnífico aquí.

—Gracias, señor. ¿Quiere que le envíe algo?

—No, por hoy creo que me iré… —pero se queda en silencio cuando sus ojos van a uno de los privados, en donde una chica solitaria está bailando, con bastante buen ritmo. La ve quitarse la chaqueta, recogerse el cabello sin dejar de mover las caderas y siente un tirón en el pantalón.

—¿Quién es ella? —pregunta con voz ronca, tratando de parecer lo menos interesado.

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