El hombre se apresura en llegar a su hogar, en donde su bella esposa, Galeia Marcos lo espera como cada día. Probablemente su despistada mujer olvidó que ese día cumplían seis meses de matrimonio, tal como pasó los meses anteriores, pero él por supuesto que no.
Ella es la mujer de su vida, el tesoro más preciado que pudo encontrar en el camino, a pesar de todas las dificultades que había pasado en algún momento; pero sobre todo, es por completo diferente a su madre, quien engañó a su padre miles de veces hasta que logró él se divorciara de ella.
Cuando se baja en el estacionamiento del edificio en donde está su departamento, baja los presentes que le lleva a su esposa, un hermoso ramo de flores y un anillo que ella le pidió con anterioridad, pero que no pudo comprar en el momento porque estaba invirtiendo en su primer restaurante y no podía darse esos lujos.
Pero tras cuatro meses de arduo trabajo, al fin las cosas van mucho mejor para él, por lo que comenzar a darle en el gusto a su bella esposa es solo cuestión de tiempo. Se monta en el ascensor, con esa sonrisa radiante, a sus veintiún años todo es maravilloso y no tiene nada más que pedirle a la vida, porque siente que lo tiene todo.
Cuando las puertas se abren, camina con nerviosismo hacia su nido de amor, su refugio, abre la puerta y lo primero que se encuentra lo deja por completo helado.
Hay ropa de su mujer desparramada en la sala, pero también hay ropa de hombre… y no es de él. Sin soltar los presentes, camina a la habitación, desde donde le llegan sonidos que conoce muy bien. Abre la puerta con violencia y se da cuenta que su mujer está moviéndose desenfrenada sobre un hombre al que nunca creyó que podría traicionarlo de esa manera.
—¡Malditos traidores! —el bramido sale desde lo más profundo de su pecho, desgarrándolo en el instante.
Se acerca a Galeia, la hala del brazo y la deja caer en el suelo, desnuda, mientras él se abalanza sobre su amigo y le cae a golpes.
La mujer le grita para que lo deje. Ulises, su examigo, no hace nada para defenderse y eso lo enardece más, hasta que un atisbo de cordura lo ataca y lo suelta.
Se mira los nudillos ensangrentados, se pasa las manos por el cabello y se gira a su esposa, pasando por alto los quejidos que salen de la boca de quien fuera uno de sus confidentes.
—¿Por qué? —le dice con el rostro bañado en lágrimas—. ¿Por qué si yo te amo? Eres mi todo, mi luz, mi vida, mi respiración…
—¿Y te atreves a preguntarme? —le dice ella levantándose desafiante y cubriéndose con una bata—. De amor no se vive, querido y entre tú y tu amigo, es él quien tiene más dinero.
—¡Pero estoy saliendo adelante! He trabajado duro todos estos meses para hacerte feliz, para darte todo lo que te mereces… o eso es lo que pensé.
«¡Justo hoy que cumplimos seis meses y que te traía el anillo que me pediste!
—¡Ya no lo quiero! —le dice ella, alejándose de su esposo, por miedo a lo que pueda hacerle—. Si vas a tardarte cuatro meses en darme lo que te pida, entonces no quiero nada de ti, con suerte me habré embarazado de tu amigo y podré asegurarme un futuro.
—¿Eso es lo que quieres? ¡Bien! Pero un día, Galeia Marcos, te arrepentirás de haberme despreciado de esta manera, de haberme engañado —fija la mirada a su amigo, que parece perdido entre la pelea de la pareja—. Y tú, no quiero verte nunca más en mi vida.
Le lanza la caja del anillo a Galeia y sale de allí, directo a un bar. En el trayecto llama a otro de sus amigos, uno que conoció solo hace un par de años atrás, Lionel. Le responde enseguida, con su ánimo de siempre, pero al oír el lamento de su amigo, se le borra la sonrisa.
—¿Mateo? ¿Qué ocurre? ¿Le pasó algo a Galeia?
—¡No me nombres a esa z0rra! —grita para quitarse el dolor, al tiempo que golpea el volante—. Encontré a esa infeliz con Ulises… ¡En mi propia cama!
—Mateo, no sé qué decirte, yo…
—No me digas nada, solo quiero que me acompañes al bar de siempre, para que me espantes las moscas, quiero ahogarme hoy, para levantarme mañana.
—Claro, solo dame unos minutos, estaré allí en poco tiempo.
Lionel corta la llamada, se alista y sale de inmediato por su amigo.
Cuando llega al bar, se da cuenta que Mateo está en un rincón, con dos botellas listas para beberse toda pena, la rabia y la humillación de haber encontrado a su mujer con su mejor amigo. Ellos eran muy amigos, pero llegó tarde, en cambio con Ulises el asunto era distinto, ellos se conocían desde pequeños.
—Mateo, ¿estás seguro de que esto es lo que quieres?
—Sí… quiero perderme en alcohol, tomarme una botella tras otra, a ver si así consigo olvidarla y arrancármela de aquí —le dice con el rostro húmedo y dándose fuertes golpes en el pecho—. No tienes idea de cómo duele.
—No, porque nunca me he enamorado y toco madera, amigo mío, ahora mismo estoy joven para eso.
—Ni ahora ni nunca, Lionel… no tienes idea lo que duele entregarte y que te paguen así. Esa mujer… tú viste, me has acompañado en todo el proceso de crecer, de tener mis propios negocios y ella me paga así, solo porque Ulises tiene más dinero que yo.
«Pero te juro que se arrepentirá, que un tiempo más volverá arrastrándose mí. En cuanto a ese infeliz… no quiero volver a verlo nunca en mi vida, si se me cruza, le parto la cara.
—Mira, ahora te dejo que tomes lo que quieras, pero solo si me prometes que será la última vez.
—Claro, no tiraré lo que me ha costado a la basura por un par de traidores —en ese preciso instante se acerca una mujer a la mesa, muy coqueta y con un trago en la mano, batiendo sus largas pestañas a Mateo.
—Hola, caballeros, los vi solos y quise saber si quisieran compañía, mi amiga y yo no somos de aquí, quisiéramos un par de compañeros para esta noche.
—Claro… —intenta decir Lionel, que se ha sentido atraído por la amiga de la mujer, que espera unas mesas más allá, pero Mateo golpea la mesa con el vaso y los manda a callar.
—¡Si quieres f0llar, te puedo dar el dato de un hombre que gustoso te lo haría hasta hartarse!
La mujer da un salto y se va de allí asustada, Lionel mira a su amigo con una mezcla de molestia y lástima, mientras Mateo se sirve otro vaso de licor.
—No me mires así, te acabo de salvar de una infeliz como ella… lo gracioso es que precisamente así es como la conocí, en un bar y ella se me acercó.
Así siguió Mateo, recordando la manera en la que conoció a su peor decepción, incluso más que su madre, porque aquella mujer nunca cumplió como progenitora, por lo que una falla más o una menos para Mateo no representaba más dolor.
En cambio Galeia, ella siempre se mostró inocente, mimada y dulce, con una cara de mujer que no rompía un cristal y capaz de complacerlo en todo.
Lionel lo escucha con paciencia, acompañándolo con algunos tragos, pero sin beber tanto como su amigo. Hasta que cerca de las cuatro de la mañana, ya no queda nadie en el lugar y uno de los meseros se acerca a decirles que se deben retirar.
—¡No me iré!
—Vamos, Mateo, que ellos solo están siguiendo órdenes… si quieres seguir tomando, tengo un whisky de veinte años en mi casa.
—¡Maldición! ¡Es que ni para ahogar las penas me sirvió este lugar! Pero mañana mismo lo soluciono.
—¿Ah sí? —le pregunta Lionel cargando con su amigo borracho hasta la médula—. ¿Y qué harás? ¿Comprar el lugar? Te recuerdo que lo tuyo son los restaurantes.
—Eso mismo es lo que haré, compraré este lugar y ya no seré solo el dueño de los mejores restaurantes, sino también de los bares y discotecas de Italia… no, de Italia no… ¡De Europa!
—Bueno, lo que tú quieras, amigo mío.
—Claro que así será, ya verás… solo para que esos dos no tengan dónde ir a engañar gente, porque les prohibiré la entrada a los dos, ya verás.
Y así, Lionel se aguanta todo el discurso de su nuevo futuro a su amigo, despotricando en contra de las mujeres y los malos amigos, jurando que se las pagarían. Para cuando logra meterlo en el auto, Lionel, suspira porque se queda dormido en menos de veinte segundos.
—Menos mal que tengo casi su misma estatura, porque si no, ni idea de cómo cargar con él después.
Lionel conduce hasta su propio departamento, en donde deja a su amigo en su cama y él se queda en el sofá, decidido a cuidarlo hasta que se le pase toda la borrachera y pueda pensar con claridad sobre su nueva vida.
De lo único que está seguro, es que a ese Mateo atento y caballero que conoció lo mataron, y será muy difícil que reviva alguna vez.