Anthony avanzaba con pasos firmes hacia la vieja mansión Ross, una reliquia imponente y oscura donde su abuelo Richard había decidido pasar sus últimos años en silencio, lejos de los conflictos que ahora consumían a la familia. Sin embargo, esta vez, Anthony no venía en busca de la sabiduría o el consejo de su abuelo. Venía con una furia implacable, una furia alimentada por la traición y los secretos que finalmente habían salido a la luz.
Llegó acompañado de varios de sus hombres de confianza, sus sombras moviéndose tras él como una guardia personal, dejando claro que no estaba allí para una simple charla familiar. El frío de la mansión no hizo más que intensificar la tensión en el ambiente. Cuando Anthony y su grupo entraron en el vestíbulo, el eco de sus pasos resonó por los pasillos vacíos, anunciando su llegada.
Richard, siempre el hombre calculador, no tardó en presentarse. Bajó lentamente por las escaleras, sus ojos agudos observando cada detalle, y su rostro mostró una ligera s