En el hospital, Freya repetidamente trató de escapar, pero al ver su pierna derecha que desaparecía hasta la rodilla, Freya en cambio gritó histéricamente. Sus manos apretadas agarraban el borde de la cama porque ya no podía escapar a pesar de que nadie la ataba.
"¡Elea, me vengaré de ti! ¡No te dejaré vivir feliz!", juró Freya abiertamente hasta que el guardia en la habitación frunció el ceño.
"Señorita, ¿no sería mejor que se arrepintiera y reflexionara sobre sus errores? Ya en esta situación, ¿cómo puede seguir maldiciendo a otras personas? Solo para recordarle, señorita, en lugar de complicarse la vida culpando a los demás, es mejor que se prepare para enfrentar la pena de prisión. La vida dentro de la prisión no será mejor que la del hospital, prepárese", dijo la mujer guardia con seriedad.
"¡No seré encarcelada!", gritó Freya con plena confianza.
"¡Mi papá hará todo lo posible para liberarme!", dijo Freya con seguridad.
La mujer encargada de cuidar de Freya solo pudo negar con l