Durante todo el día, Elea reflexionó sobre la historia que Keff le había contado. Varias preguntas seguían rondando en su mente, pero no podía seguir preguntándose porque aún estaba demasiado sorprendida por todos los nuevos datos que Keff había revelado.
“Señorita, coma algo”, la reprendió Levi. El hombre estaba muy preocupado por el estado de Elea, quien solo estaba sumida en sus pensamientos hasta que llegó la tarde. Elea pasó todo el día sentada en el gazebo junto a la villa sin comer ni hablar con nadie.
“¿Señorita, hay algo en lo que pueda ayudarla?”, preguntó Levi con dudas.
Elea suspiró, todavía mirando el jardín de flores frente a ella, y luego, lentamente, contó todo lo que Keff le había dicho. Levi se quedó callado, escuchando atentamente la historia de Elea. Cuando la mujer terminó de contar todo, Levi miró el rostro pálido de Elea.
“No quiero creerlo, Levi. No es porque todavía quiera ser hija de Arthur, sino porque no puedo aceptar la razón por la que mamá ocultó un pasa