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Ana.
En cuanto se va Levy con el imbécil de su primo, pongo a mis hijos a buen resguardo. Hoy dormiré con ellos, y no me importa lo que piense el mundo entero, si estoy durmiendo en la misma habitación que el alfa o no, puesto a que ellos solo me tienen a mí… bueno, eso ya no es cierto y debo reconocerlo, a pesar de todo.
Lissander y esa tal Claudia deben pagar por lo que hicieron.
De pronto, escucho que alguien toca a la puerta de la recámara y voy de inmediato a atender.
―Mi Luna, el alfa solicita su presencia en la sala de guerra―me dice Ezra y yo quedo extrañada―hemos encontrado más información que nos puede ayudar con el dilema―me explica y de inmediato me arreglo para ir a atender lo que me solicita, puesto a que ya estoy cansada de lo mismo, que todo el mundo quiera amenazarme con la vida de mis bebes, todo por ser quien soy y por mi espíritu lobo, o porque estén al servicio del demonio Aradia.
Se supondría que ser la Luna de una manada debería dar seguridad y estabilidad,