El sol apenas comienza a despuntar en el horizonte cuando Isabella se prepara para la misión con la precisión de quien va a la guerra.
La habitación está sumida en un silencio denso, interrumpido solo por el sonido metódico de sus movimientos. No hay nada que se le pase por alto, en su mente tiene la claridad de lo necesario para enfrentarse a su plan.
Viste un atuendo oscuro, ajustado para facilitar el sigilo, y recoge su cabello en un moño apretado, de manera que su largo cabello no sea un obstáculo. Su rostro, normalmente expresivo, está endurecido por una determinación inquebrantable, esa que Renatto conoce a la perfección. Hoy no hay espacio para dudas.
Renatto la observa desde la puerta, su silueta recortada contra la luz tenue del amanecer. Sus ojos reflejan una mezcla de frustración y miedo, pero también una aceptación renuente. Ha aprendido, a su pes