Isabella entró en la habitación con el ánimo arrebatado, sin saber exactamente cómo o por qué se sentía así acerca de James.
— ¡Es que no puedo creerlo! ¿Cómo se atreve? — se dijo para sí misma enfurruñada mientras se cambiaba el pijama — Se supone que debe respetar nuestro trato.
Las palabras salían de su boca sin pensar, pero luego de un rato de pelear consigo misma, cayó en la cuenta de lo obvio: No tenía ninguna razón real para estar molesta, a menos que…
— ¡No puede ser! — llevándose las manos a la cara — ¿Me gusta? ¿James en serio me gusta?
¡Por favor! ¿Y hasta ahora se daba cuenta?
Nota para ti querida lectora: Creo que ya todas nos habíamos dado cuenta, ¿No?
En todo caso, Isabella sintió como una ola helada, más fr&