Capítulo223
Dicho asunto era efectivamente obra de la muy víbora Gran Princesa. Si no podía hacer que el Rey castigara a Isabella por ofender a la realeza, entonces utilizaría sus propios métodos para darle una lección.

—Que el pueblo de la capital siempre ha elogiado su piedad filial, ¿no? Pues veremos si una hija que se casó durante el luto por su padre recibe o no el desprecio del pueblo —dijo la Gran Princesa.

En ese momento, la señora Ángeles, quien era la ama de llaves del palacio, entró con entusiasmo y anunció:

—Gran Princesa, y princesa Catalina, ya se ha difundido el rumor. En las casas de ventanas abiertas tabernas, y rondas, todos están comentando sobre esto, y prácticamente solo se escuchan insultos e improperios.

—¿Prácticamente? ¿No son acaso todos? —Princesa Catalina arqueó las cejas. — ¿Aún hay acaso gente que habla bien de ella?

La señora Ángeles respondió: —Princesa Catalina, hay algunos plebeyos que la defienden, diciendo que cuando se casó, ya habían pasado veinticuatro meses
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