CAPÍTULO QUINCE. ANSIEDAD.
Hoy por fin vuelvo al trabajo, no es que me queje de la atención recibida en casa, pero no es muy agradable estar encerrada sin embargo John a gruñido como perro todo trayecto ya que no esta de acuerdo a que me “exponga” de ese modo.
¡Dios Santo me enloquece!
— ¿Quieres dejar de gruñir? – niega.
— No me gusta esta calma, me parece sospechosa – pongo los ojos en blanco.
— Todo te parece sospechoso, no puedes llamarlo normal y ya está – niega de nuevo.
— No porque no tiene nada de normal que hayamos mandado un séquito de hombres de la mafia Rusa a la cárcel y nadie se haya pronunciado aún – me observa con esos orbes azules ya oscuros, llenos de preocupación. — A este punto ya tendrían que habernos atacado Anette, así que ¡si! Para mí es sospechoso – concluye con el rostro arrugado.
Se que lleva razón, yo misma ni siquiera lo había notado, pero para eso lo tengo a él ¿no? Damos otra vuelta alrededor del club mientras habla por el intercomunicador dictando las ordenes necesarias poni