— T— tú... — tartamudeó mirando hacia abajo.
El agua salada más el viento helado y los pechos llenos no van de la mano cuando te enfrentas a un hombre.
Especialmente un hombre como Benjamin Bennet, quien aunque no me tocó, suspiró mostrando el deseo que sentía por mí.
— ¡Entra en! — resopló mirándome a los ojos. — ¡Estás jodidamente expuesto!
Miro hacia abajo tratando de entender el porqué de su furia y luego de ver mis voluminosos senos y mis marcados pezones, decido usar eso en su contra.
— El problema es este, mis pechos? — pregunto dejando— el asombro.
Arquea las cejas ante mi terquedad.
— ¡Lo único que quiero es que cubras tu cuerpo y entres!
— ¡Yo no voy! — pisotea mi pie.
— ¡Bueno! — accedió dejándome conf