-¡DENSE PRISA, LA HEMORRAGIA NO SE DETINE! ¡LA ESTAMOS PERDIENDO!
-¡SANGRE 0 NEGATIVO, AHORA!
-¡LA BALA DAÑÓ LA AORTA TAMBIÉN, ESTÁ CAUSANDO TAPONAMIENTO CARDÍACO, LA SANGRE SE ESTÁ ACUMULANDO RÁPIDO!
-¡SUCCIÓN!
-¡HAY FIBRILACIÓN VENTRICULAR!
-¡LA PEREMOS!
-¡NO TE RINDAS HELA!
-¡RESUCITAOR!
-¡NO REACCIONA!
-¡OTRA VEZ!
-¡NADA!
-¡DE NUEVO!
Bip-bip, bip-bip, eso es lo único que escucho, nada más. Todo está negro y siento el cuerpo pesado, como si tuviera cadenas muy gruesas en cada extremidad, incluso en el cuello y la cintura, empujándome hacia abajo. Noto la boca pastosa y la garganta adolorida, por lo que, obviamente, no estoy muerta, pero si juntamos todo lo que nombré antes, solo hay un sitio (que apesta a desinfectante) en el que me puedo encontrar ahora mismo, y ese es el hospital.
Mis párpados son como lápidas de concreto, me cuesta la vida el alzarlos para tener un atisbo siquiera de mi entorno, y en cuanto noto la vía en mi brazo y la pila de cables conectados a mi persona,