La partida de Mael me hacía sentir liberada y a la vez sola. Pasé los primeros días ayudando en los quehaceres del palacio para estar con Briana, pese a que me corrían de ahí con frecuencia. Mi antigua Nana no dejaba que me acercara a la cocina o los cuartos de la servidumbre y desde que el Rey se fue se la pasaba pegada a mi como una sombra.
Recogí mis pinturas y pinceles, yendo a los jardines del palacio para concentrarme en mis dibujos, pero las flores siempre eran las mismas y los pájaros siempre cantaban la misma melodía. Terminé aburrida de buscar como no aburrirme.
Tres lunas habían pasado apenas y sentía que no aguantaría mucho más tiempo así.
—¡Helen! —el grito de Bri me hizo regresar de mis cavilaciones— Te es