—Ten cuidado, Harry —le grité mientras se alejaba, pero nunca me escucha. Se lanzó hacia Daniel y éste lo levantó, lo arrojó al aire y lo atrapó. Mamá me ayudó a ponerme de pie y caminamos hacia mis hombres.
—Hola mi amor, ¿estás bien? ¿Cómo se encuentra nuestra pequeña princesa? —Daniel me besó y frotó mi vientre como si fuera una especie de buda. También besé a Dylan, quien hizo lo mismo. Estos hombres, cuando están en casa, siempre tienen que tener sus manos sobre mí. No importa lo que esté haciendo, siempre están ahí.
—Estamos bien las dos. Harry, ¿puedes ir con el abuelo un momento y traerme lo que compramos antes, por favor? —le pedí a Harry y él soltó una risita, parpadeando mientras intentaba guiñarme un ojo, lo que nos hizo reír a todos.
—Vamos, pequeño hombre —mi padre lo levantó y ambos entraron a la casa.
—Cariño, ¿qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó Dylan y le sonreí. Ambos tomaron mi mano y me llevaron de regreso a los escalones del patio. No había mejor momento que el prese