Capítulo 17

Unos acompasados ronquidos están susurrando en mi oído, lo que me hace abrir los ojos y me doy cuenta de que estoy aferrando un enorme brazo a mi pecho, el cual tiene un reloj en la muñeca y me doy cuenta de la hora.

― ¡Por Dios! ―le digo a Aike que está a mi espalda―ya tengo que ir a entrenar.

Pero él ignora mi preocupación y, en lugar de liberarme de sus brazos, me está dando besos tiernos en el cuello.

"Esto nos gusta", dice Aella muy feliz de que le hagan arrumacos matutinos, que podrían ser el preludio de algo más.

―Podrías reportarte enferma―me susurra al oído y yo me siento algo mareada de todos los besos que me da desde mi barbilla hasta mi nuca, haciendo movimientos con sus pelvis, que me hacen que mis pezones se endurezcan. Puestas las cosas desde su punto de vista, estoy muy, pero muy tentada. Hemos repetido unas cuatro o cinco veces más y no sé cuánta fue la cantidad de orgasmos que he tenido en toda la noche, pero quién cuenta cuando se l

Johana Grettel

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