La señora de la Vega y la señora de Castillo se marcharon juntas.
Alicia también se disponía a irse a casa, pero Silvia la detuvo.
—Ali, necesito hablar contigo de algo.
Una vez que se fueron las demás, el salón privado por fin quedó en calma.
Alicia le pidió al mesero que les trajera una tetera y unos bocadillos.
Cuando ambas se acomodaron en los mullidos sillones, Silvia fue la primera en hablar.
—¿Qué opinas de mi hijo?
Alicia no entendió a qué venía la pregunta.
—¿A qué te refieres?
—¿Qué te parecería que mi hijo fuera tu yerno?
***
Alicia la miró con los ojos muy abiertos, con una expresión de total incredulidad.
—¿Estás diciendo que quieres presentarle a Gabriel a Regi?
Silvia no sabía cómo abordar el hecho de que su hijo y Regina ya habían firmado el acta de matrimonio.
—Pero ¿no acabas de decir que tu hijo ya tenía novia? ¿O solo lo dijiste para quitarte de encima a la señora Luna?
—Pues no exactamente.
A Silvia le costaba encontrar las palabras. No solo se trataba de que su hi