Narra Mitchell:
Cuando abrí los ojos, sentí mis brazos adormecidos. Estaba atado. Dentro de una habitación de cristal y una especie de no supe qué que hacía sentirme muy cansado nadaba por los recovecos de mi mente. Tras un minuto de intentar enfocar mis ojos en alguna parte que no fueran las luces blancas, me vi reflejado en los cristales. Con los ojos desorbitados y enardecidos por una sustancia que sentía, viajaba por todo mi cuerpo. Provocando una especie de calor, intensidad, con la respiración agitada, pero al verme atentamente, apenas me reconocí; mi piel pálida, casi traslucida, mi cabello oscuro y mis ojos de un color lila.
Un sonido pareció inundar la pequeña habitación a través de las paredes, podía sentir como las ondas de una voz viajaba por los cables y de repente, la habitación de cuatro por cuatro se quedó sin el silencio. Inundándose por una voz autoritaria, quizá aquel director quien me había sumido en la oscuridad.
—Mitchell Walker ¿Puedes oírnos?
Y el siguiente