Salvia
El Ala de sanación se sentía demasiado silenciosa ahora, tres días después de la batalla. La mayoría de los heridos se habían recuperado, sus lesiones sanadas por cualquier poder que explotó de mí aquella noche. Pero el vínculo de compañeros latía con un vacío que se volvía más preocupante cada vez que intentaba alcanzarlo.
—Deberías descansar más —protestó la Jefa de los sanadores cuando recogí mis cosas para irme—. Ese tipo de drenaje de poder...
—He descansado suficiente —necesitaba encontrar a Carlos, necesitaba alcanzarlo a través de cualquier oscuridad que lo hubiese reclamado desde la muerte de su padre.
Pero el Carlos que encontré en su estudio no era el compañero que me abrazó con tanta desesperación antes de la batalla. Estaba de pie junto a su ventana, con el poder envolviéndolo como una armadura, mirando algo que no podía ver.
—Te traje algo para comer. —Coloqué la bandeja en su escritorio, con cuidado de no perturbar los mapas y papeles dispersos sobre él. No había