La bulliciosa sala se calmó por el grito de socorro.
—¡Ayuda, alguien, salven a mi hijo!
Lina miró incrédula esta escena. No era la primera vez; Elena volvía a interpretar este acto. ¿Estaba obsesionada con actuar?
Juan, a poca distancia, vio lo que estaba sucediendo. Sus ojos se enturbiaron lentamente mientras se acercaba. Observó a Elena en el suelo.
En ese momento, ya no había tiempo para preguntarle a Elena por qué estaba allí. Ella agarró su mano, con la cara distorsionada por el dolor.
—Juan, ¡sálvame! ¡Sálvanos a nuestro hijo!
Valentina acusó a Lina de inmediato:
—Juan, todo es culpa de esa mujer malvada de Lina. ¡Ella fue quien empujó a Elena, y por eso está así!
Juan, aparentemente imperturbable, miró a Elena. Parecía genuina en su sufrimiento. Extendió la mano para sostenerla y, al hacerlo, sintió algo húmedo.
—¡Es sangre! ¡Elena está sangrando!— gritó Valentina, asustando a la multitud.
—¡¿Qué están esperando?! ¡Llamen al 911!— gritó alguien en la multitud, y todo