Valentina, renuente, dio pasos vacilantes hacia Lina, su voz apenas audible: ...lo siento.
Laura, molesta, dijo: —¡Habla más fuerte, no se oye!
Valentina apretó las manos, cerró los ojos y elevó un poco el volumen: —¡Lo siento! ¡Lo siento!
—¿Ya está bien?— Le preguntó a Juan mientras giraba hacia él. Su expresión parecía más angustiada que si estuviera llorando.
Juan respondió fríamente: —Pregúntale a Lina, no a mí.
Valentina volvió a mirar a Lina, con ojos suplicantes.
—¿Es útil pedir disculpas si la policía va a estar involucrada? ¿Acaso he dicho que una disculpa evitará que vayas a la comisaría? Señor Ramírez, te ves demasiado autosuficiente—, comentó Lina con una sonrisa irónica, una actitud que dejó a Juan completamente desconcertado.
—Ser acusado sin motivo, ¿por qué debería pasar por alto algo así? ¿La identidad de señorita de los Ramírez le otorga el derecho a cometer errores?
Fue precisamente debido a la indulgencia repetida de los Ramírez que Valentina se volvió más a