—¿Mamá, qué debo hacer? ¿Qué debo hacer?— Valentina repitió esta frase una y otra vez, con la voz temblorosa y las lágrimas.
García también se sentía mal por ella, consolándola una y otra vez.
—Está bien, cariño. No te preocupes. En unos días te enviaré al extranjero. Quédate allí durante unos años. Una vez que este asunto se calme y todos lo olviden, podrás regresar.
—Sollozo... Mamá, no quiero ir al extranjero, no quiero...
—Pero, querida, ha llegado a este punto. Si no vas al extranjero, no hay otra opción. Afortunadamente, ya has abandonado la universidad en Santiago. Pediré a tu hermano que utilice sus contactos para solicitar universidades extranjeras para ti. Ve al extranjero y estudia bien.
García suspiró, con los ojos llenos de lágrimas.
Los ojos de Valentina ya estaban hinchados de llorar. De repente, se detuvo y dijo:
—Mamá, es Lina, ¡debe ser Lina! Ella es la que me ha puesto así.
García no podía creerlo.
—¿Qué estás diciendo? ¿Lina?
Valentina estaba demasiado af