CAPÍTULO 46. PISTAS ESPERANZADORAS
Un mes después.
Antonella se encontraba en una vieja habitación del convento, en donde por órdenes de Alondra le fue llevada la maquinaria y los muebles necesarios, para que desde ahí pudiera trabajar en sus diseños, sin necesidad de salir y exponerse.
La joven se encontraba cortando con total cuidado, la delicada seda con los moldes que había realizado, cuando Paula María y Alexia, llegaron a visitarla.
— ¿Se puede? —Pau cuestionó, entonces el ladrido de un pequeño animalito, las sorprendió.
Antonella sonrió al observar a su pequeña acompañante, pararse de su cama, y gruñir a sus visitas, la tomó entre sus brazos.
—Tengan cuidado con mi fiera —indicó sonriendo.
—Esta hermosa —Pau dijo y la acarició con cuidado.
—Sí, lo es. Fue un regalo de… —Se aclaró la voz.
—Venimos a comer contigo —Alexia expresó, luego de que en las semanas anteriores, había notado en ella tristeza—. Pau preparó los platillos.
Muchas gracias —Antonella dijo. — ¿Quieren que vayamos al jardín?, ahí tienen algunas m