Fantasías

Al día siguiente, Viviana se alistó, junto con los trillizos, para ir con Mario a su empresa.

—Debes ser muy juiciosa, y hacer todo lo que el señor te diga, ¿me lo prometes? —advirtió Luisa a su hermana cuando terminaba de peinarla, pero pese a que Viviana asintió con la cabeza, Luisa logró ver, a través del espejo, que el rostro de su hermanita no la convencía.

«Si llega a portarse mal con Mario o a desesperarlo con alguna de sus protestas, será nuestro fin. No solo Viviana habrá arruinado una excelente oportunidad, que quizá nunca se repita en su vida, sino que incluso podría alentar que me despidan antes incluso de cumplir el mes», pensó Luisa al darse cuenta de que quizá la idea de que Viviana fuera a la empresa con Mario era una pésima idea.

«Debí haberme inventado algo para negarme. Confiar en que Viviana, con su trastorno, se comporte como una niña normal de su edad, es como esperar que un jugo abierto no se derrame al interior de una mochila».

Pero ya era demasiado tarde para
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