Punto de vista de Eric
Me senté junto a Sarah en la sala de espera. Le temblaban las manos, tan apretadas que se le habían puesto blancos los nudillos. Rose dormía en su regazo. Tanto llanto debía de haberla agotado. Su carita estaba pegada al pecho de Sarah, con el pulgar aún en la boca.
De vez en cuando, Sarah miraba hacia la puerta del pasillo, la que ponía Urgencias, como si mirarla fijamente el tiempo suficiente hiciera aparecer al médico. Volví a mirar a Sarah. Tenía los ojos enrojecidos y el pelo pegado a la frente. No había dicho ni una palabra en casi veinte minutos.
Cuando por fin se abrió la puerta, salió el médico.
—¿Señorita Harland? —preguntó con suavidad.
Sarah se levantó tan rápido que Rose se movió en sus brazos. —Sí, sí, soy yo.
El médico dudó un instante y luego exhaló suavemente. —Lo siento mucho. Hicimos todo lo posible, pero la señora Martha no sobrevivió.
Sarah se quedó boquiabierta. Se llevó la mano a los labios. Me puse de pie, pero ella retrocedió un paso, ne