Punto de vista de Bella
Las siguientes veinticuatro horas fueron como caminar por un pasillo interminable de ruido blanco y tictac de relojes. Los hospitales tenían esa energía.
No había planeado quedarme. Había pensado regresar a Estados Unidos ese día, a los brazos de Cole y a su calidez que me hacía olvidar las grietas de mi alma. Pero la silenciosa insistencia del médico en que Rose permaneciera bajo observación me obligó a hacer una pausa, y esa pausa se alargó hasta convertirse en un día largo e interminable.
Eran casi las 10 de la mañana cuando regresé a la sala después de un desayuno rápido abajo. Martha estaba allí, por supuesto, sentada exactamente donde la había dejado, junto a la cuna de Rose, leyendo una pequeña Biblia que había encontrado en la sala de oración del hospital.
Levantó la vista cuando entré; su rostro era una mezcla de cansancio y un leve reproche. "¿Qué tal el desayuno?"
"Bien", murmuré, dejando el café en la mesa y mirando hacia la cuna. Rose volvía a dorm