NARRADOR:
Nea sintió el aliento cálido en su oreja y se tensó, pero no gritó. La mano sobre su boca no era ruda; era un tanto protectora, aunque el olor a desinfectante la hizo erizar.
—Shhh. Soy yo, Princesa. Ya estoy cansado de las siestas forzadas.
Prince la soltó y se apartó, cerrando la puerta con el seguro y con mucho cuidado encendió la luz. Su rostro estaba pálido, y una vena palpitaba en su cuello, pero sus ojos estaban llenos de una intensidad salvaje. Vestía la ropa médica que había usado, algo ridícula contra su figura imponente.
—¿Destruiste la nota? —preguntó Nea en un susurro.
—Hablas con un profesional Nea, no dejo rastros nunca. Tu lo sabes y por eso quieres usarme —dijo Prince con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Su mirada se posó en la espalda de Nea, donde la tela del vestido de cuero se pegaba a su piel —Y tú, Nea, te ves... Piensas seducirme, no hace falta pero me quejare —Dejo un beso en su hombro.
Nea tembló, el recuerdo de lo sucedido esa vez le llegó de