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Capítulo 2. ¡Ella es muy poco para él!

Brenda observó a Andrés. Su cabello claro y su traje elegante lo hacían destacar entre todos los hombres presentes. No podía evitar notar su atractivo y sobre todo su riqueza. No podía permitirse siquiera pensar en que su amiga Victoria sé que quedara con él, la veía insignificante y poca cosa para un hombre como Andrés Castillo, un poderoso apellido en la ciudad. 

Victoria era encantadora y dulce, pero no tenía la misma ambición que Brenda. Brenda sabía que, si lograba apartar a Victoria del camino, tendría una oportunidad con Andrés. Así que comenzó a maquinar su plan malévolo. 

Brenda, con cierto descaro y sin vergüenza se acercó a Andrés. Sus ojos brillaban con malicia mientras le hablaba de lo hermoso de la ciudad y que, si necesitaba un guía, ella estaba dispuesta a prestar su ayuda. Brenda estaba tejiendo su telaraña, y ahora solo el tiempo diría si lograría atrapar a Andrés por completo. Pero una cosa era segura: la amistad con Victoria estaba en ruinas, y Brenda no se detendría hasta conseguir lo que quería.  

 Con asombro, Rebeca vio las intenciones de Brenda, le coqueteaba descaradamente a Andrés delante de Victoria y este estaba muy encantado con ella, tanto así que ellas parecían ser invisibles.  

Andrés, el hombre que Brenda, Rebeca y Victoria habían conocido hacía apenas unas horas, ahora estaba sentado frente a Brenda. Victoria no podía evitar compararse con ella. Brenda era una mujer atractiva, con una confianza que irradiaba en cada gesto. Sabía cómo moverse, cómo hablar y cómo coquetear. Victoria, en cambio, se sentía torpe y fuera de lugar. 

El corazón de Victoria latía con fuerza mientras observaba la complicidad entre Brenda y Andrés. ¿Por qué él la había elegido a ella? ¿Por qué no a Victoria? Las dudas la atormentaban. ¿Acaso no era lo suficientemente atractiva? ¿No era lo bastante interesante? 

Brenda se inclinó hacia Andrés, sus labios rozando su oído mientras le susurraba algo. Victoria no podía escuchar las palabras, pero la expresión en el rostro de Andrés decía mucho. Se levantó de la silla y tomó la mano de Rebeca, quien miraba estupefacta la escena. Victoria sintió un nudo en la garganta. Tenía que irse, no podía soportar seguir viendo cómo Brenda se llevaba a Andrés. 

Con determinación, Victoria se puso de pie, haló con fuerza a Rebeca, que emitió un gritico ahogado por la fuerza con que la levantaron de su silla. Las dos amigas salieron rápidamente del restaurante, Victoria no quería ser testigo de su propia humillación. No quería seguir pasando vergüenza. Brenda había ganado, y Victoria se sentía derrotada. 

Rebeca caminaba al lado de su amiga Victoria, sintiendo que le dolía el alma. No podía creer lo que le habían hecho Brenda y el tal Andrés. Deseaba consolar a Victoria y decirle que todo se arreglaría, que todo estaría bien, pero la veía demasiado triste y callada. Era mejor dejarla hacer su duelo, que llorara y se desahogara. 

De repente, Victoria se detuvo y miró a Rebeca por un momento antes de hacerle una pregunta. 

__ ¿Es que acaso soy muy fea? ¿Soy la mujer más fea del mundo? preguntó Victoria. 

Rebeca la miró con sorpresa. __ No, tú no eres fea, respondió.

__ Es solo que no te arreglaste lo suficiente. Nosotras te dijimos que te echaras un poco de maquillaje, pero tú no quisiste. 

Victoria se sintió humillada.

__ Esto es muy vergonzoso, murmuró.

__ Ya solo falta que me caiga un rayo o que me orine un perro. Así completaría lo terrible de mi vida. 

Rebeca intentó consolarla. __ No digas eso. Mira que Dios puede castigarte. 

Pero Victoria estaba en su propio mundo de desgracia. __ ¡Ya basta, Rebeca! ¡Que más castigo que este!  En ese momento, como si estuviera mandado por el destino, un cachorrito apareció de la nada y se acercó a Victoria. Levantando una de sus patitas, el pequeño perro orinó en los pies de Victoria. 

__ Pero ¿qué es esto? ¡Eres un niño muy malo! exclamó Victoria, persiguiendo al cachorro con la intención de castigarlo y tener una fuerte discusión con su dueño. Sin embargo, el cachorrito fue más rápido y se escabulló en un conjunto residencial, burlándose también de Victoria en ese momento. Mientras tanto, Rebeca reía a carcajadas por todo lo que le estaba pasando a su amiga. 

El dueño de aquel pequeño perro lo estaba buscando hacia una hora y este que era bastante travieso se salió del conjunto residencial para aventurase en las calles encontrándose con Victoria que luego del incidente quiso cobrar venganza. No quiso ser visto por la molesta joven que venía corriendo a toda marcha lanzando insultos al aire; en verdad no quería encontrarse con esa fiera salvaje, si los encontraba a los dos, era capaz de fuetearlos por igual.  

De regreso a casa se fueron en autobús, puesto que el coche era de Brenda, quien sabía conducir muy bien. Tenía que tratar de olvidar este día, se metería de lleno en sus estudios y en lo que más le gustaba hacer, bailar. Bailar era más que una pasión para Victoria y la utilizaría como terapia para olvidarse del tal Andrés como ella lo apodaba y de la traidora y farisea Brenda.   

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