De todas las historias que había oído, ninguna se asemejaba a como era verdaderamente lo que viví con Seth en esta enorme bañera. Cada parte de mi cuerpo estaba relajada. El me sostenía entre sus brazos, porque ya no me podía mantener en pie.
El ardor de la marca cerca de mi hombro era predominante. Me cargó para sacarme de allí y me tapó con una toalla.
—Entonces ya está hecho… —susurré, casi sin fuerza.
Él me sonrió. Tenía esa sonrisa triunfal y magnética. Me había marcado, yo lo dejé hacerlo, prácticamente se lo pedí. Y el acto fue… Diosa luna, no imaginaba que fuera de esa manera. Aunque al principio me dolió un poco, el placer fue tan intenso. El tenía una fuerza brutal y cada embestida hizo que tocara el cielo con las manos.
Saboreó cada parte de mí y yo hice lo mismo con él.
Llegué a tres orgasmos antes de que terminara, luego, lo repetimos otra vez, hasta que mi voz estuvo ronca.
—Sí, eres mía, compañera. —me dejó sobre la cama, con la toalla envolviéndome.
Besó mis labios con