Thalia caminaba arriba y abajo por el hotel, cargada con su maleta, esperando a que los hombres de Sherly la recogieran.
Poco después, sonó el timbre de la habitación del hotel.
Thalia se estremeció y movió la mirada hacia la puerta. Se acercó a la puerta con inquietud. Temía que fuera el mensajero de Aleandro. A través de un pequeño agujero en la puerta de su habitación, vio a un hombre vestido con una chaqueta negra, de pie y solo.
La cara del hombre sólo era visible porque la capucha de su gran chaqueta la cubría.
Thalia tragó saliva nerviosa. No abrió inmediatamente la puerta y preguntó tras ella: «¿Quién es?».
«La señorita Sherly me ha pedido que la recoja», dijo el hombre, con voz ronca y desinteresada.
Thalia se frotó la cara, exhalando un suspiro de alivio. Sin darse cuenta, empezó a sudar frío. Abrió aliviada la puerta de su habitación y preguntó entusiasmada: «Has venido, ¿podemos irnos ya?».
Cuanto más se quedaba Thalia, más aterrorizada se sentía al pensar en cuándo vendrí