El rostro de Aleandro se endureció, y no pudo evitar abofetear de nuevo a Yuriel.
«Yuriel, ¿por qué eres tan terco? ¿Acaso te has atrevido a matar a alguien porque te he ensuciado demasiado?».
Yuriel se quedó mirando a Aleandro sin comprender. Tenía la cara hinchada y la sangre le corría por las mejillas mientras miraba fijamente a la figura diabólica que tenía delante. Sus ojos, que siempre le habían mirado con amor y cariño, eran ahora de un rojo demoníaco, como si quisiera despedazarle. Los sueños de Yuriel de un matrimonio feliz y una familia de tres se habían hecho añicos con la bofetada. Ahora que el bebé había desaparecido, el hombre la acusaba de haber asesinado a Grace. Su amor por el hombre se desvaneció de repente con la partida de su bebé y las acusaciones. Cuando era huérfana, sola y sin nadie en quien apoyarse. No tenía ganas de vivir.
Ahora todo había desaparecido. Yunifer, el abuelo Hendry y su bebé.
Yuriel soltó una risita de repente. Miró a Aleandro con lágrimas corr