Alfa Luca reunió a toda la manada de los Rogué en el claro principal, donde la luna llena iluminaba cada rincón y los susurros de los lobos resonaban como un eco constante de hostilidad. Selene estaba allí, parada frente a todos, soportando las miradas de desprecio y las burlas apenas disimuladas de los miembros de la manada. Para ellos, era una intrusa, una loba caída en desgracia que se atrevía a volver después de haber traicionado su confianza.
Uno de los lobos más jóvenes, llamado Raik, no disimuló su desdén mientras murmuraba a otro lobo cercano:
—¿Cómo espera ganarse nuestro respeto después de todo lo que hizo? Se fue, traicionó a los Rogué y ahora regresa como si nada.
—Es una deshonra para la manada —murmuró otro lobo de pelaje oscuro llamado Eryk—. Alfa Luca debería deshacerse de ella y de ese cachorro inútil que trajo consigo.
Selene sintió sus palabras como cuchillos, pero mantuvo la cabeza en alto, intentando no mostrar el dolor que aquellas palabras le causaban. Sabía que