Al día siguiente
Charlotte no despertaba. Aunque no había tenido mala noche, seguía durmiendo como si el lugar no fuera desconocido para ella. Algo que molestaba a Curthwulf, quien la ve demasiado cómoda para su gusto.
Serio, se marcha de la habitación y camina hacia las afueras del castillo, con intensión de comunicarse con su gente. Debido a su resumida manada y todos los problemas que ha enfrentado, ha tenido que recurrir a sus antiguos métodos.
— ¿Qué noticias me tienes? — pregunta Curthwulf en el teléfono mientras los vampiros de bajo rango vigilan la propiedad.
— Tenemos al menos cincuenta hombres que quieren hacerlo.
— No muerdan o den su sangre a personas que no desean ser transformados. Díganles las consecuencias si ocurre o no el cambio. Aunque deseo que mi manada crezca, no puedo hacer las cosas impulsivas o Charlotte me mataría por estar aniquilando su especie. — dice Curthwulf.
— Todos los que han aceptado, no tienen nada que perder. Estamos tomando a los suicidas q