Capítulo 5: Manada Luna Llena

La sensación agradable recorriendo su cuerpo la hizo jadear y removerse en la cama. Aquellas caricias erizaban su piel de manera dolorosa, pero deliciosa a la vez, ella pensaba que estaba soñando, ignorando que una mirada hambrienta estaba fija en ella, detallando como se excitaba.

Ares no lo soportaba más, ella intentó dejarlo y, por lo tanto, se vio obligado a secuestrarla y dejarle en claro que jamás se iría de su lado porque ella es suya. Sabía que la conexión no se había dado, ya que no la hizo suya, pero eso se tenía que acabar.

Estaba que reventaba, cinco días la ha tenido a su lado y no la había tocado, pero ya no más, la reclamará por completo y entonces ella comprendería lo que significa ser su pareja y estar conectados.

―Mmmm. ―Isabel abrió los ojos de golpe, esa lamida a su sexo se sintió demasiado real. ―¿Qué haces? ―Quiso retroceder, pero Ares no estaba dispuesto, él se aferró a sus piernas y la mantuvo abiertas.

No dijo palabra ni explicó nada, se limitó a succionar, lamer y mover el coño de su luna. Su olor es único y el que no haya aroma a otro hombre lo enloqueció por completo. Su sabor es inigualable y toda cordura desaparecieron de él.

―Carajos. ―Maldijo desesperado por probarla completamente. ―Te voy a destrozar el coño, te dejaré tan jodidamente cansada que dormirás por dos putas semanas. ―Apretó sus muslos con algo de fuerza, no podía controlar, no con ella.

―Ares. ―Que pronunciara su nombre con esa voz tan provocativa le quitó toda pizca de sensatez. ―¡Dios! ―Chilló al verse despojada de su ropa de manera tan repentina.

―Procuraré no matarte. ―Admiró su cuerpo y eso hizo que Isabel se sintiera incómoda. Siempre la ha acomplejado el estar curvy. ―Me voy a hundir en ti tantas veces que no pararás de gritar y exigirme más, ¡Juro que te voy a partir en dos!

―¡Soy virgen! ―Chilló metiendo la mano, el pánico le ganó. ―Jamás he estado con un hombre. ―Lo miró agitada, avergonzada por la situación. ―Ni siquiera sé porque acepto esto, no te conozco. ―Insistió con lo mismo a pesar de que siente que lo conoce de toda la vida.

―No debiste decirme esa m****a. ―Supo de inmediato que ahora se le haría imposible controlarse. Sabía que ella era pura, pero escucharlo de su boca fue jodidamente provocativo para él.

―¿Ares? ―Isabel se alarmó, sus ojos se tornaron rojos y la mirada le cambió a una bestial, es como si ella fuera su presa y él estuviera listo para casarla.

Ares no dijo palabra, la besó con tanto ardor que Isabel no pudo resistirse a él. Estaba nerviosa, temerosa y un poco desconcertada por lo que estaba pasando, se supone que ella deseaba llegar virgen al matrimonio, ¿Por qué se está entregando a un hombre que conoce hace apenas cinco días?

Por muy ilógica que le parecía la situación, ella olvidó prontamente todas sus preocupaciones. Ares se estaba encargando de llevarla al mismo infierno, por tanto, placer y ella se estaba dejando llevar porque le gustaba el salvajismo con el que la estaba reclamando.

Ambas miradas quedaban enganchadas cada vez que se encontraban, sus caricias se volvían más desesperadas, sus corazones que latían al mismo ritmo se desbocaban y la piel les ardía al contacto del otro.

Isabel dejó de respirar al sentir la grandeza de Ares acomodándose en su entrada, lo había visto y su tamaño además del grosor no eran normales. ¿Podría ella soportarlo? Su pregunta se respondió al instante, el dolor agudo que estaba sintiendo conforme él se hunde es descomunal.

―Carajos. ―El gruñido de Ares fue acompañado por el grito de Isabel quien quedó sin aire al ser completamente penetrada.

El ambiente era demasiado intenso, ella estaba experimentando muchas cosas a la vez y que fuera su vez primera no ayudó mucho. Su cuerpo cedió ante tanto placer y Ares por primera vez sintió un verdadero placer.

Ambos terminaron cansados, ella desmayada y él agitado, pero satisfecho de que finalmente le pertenecía por completo. Ese momento inigualable dejó todo en claro, ambos se pertenecen y están más unidos que nunca.

―Mmmm. ―Isabel jadeó captando la atención de Ares.

―Tranquila, pronto llegaremos a casa. ―Besó su frente y miró el bosque frente a ellos, era hora de volver y dejarles a todos en claro que su lugar como rey lo compartiría con quien la Diosa le otorgó como pareja.

En la manada Luna Llena ya estaban corriendo las noticias de que el alfa Ares Wolford había pisado el mundo sobrenatural con una humana. Eso causó conmoción entre los habitantes y también intriga por saber quién era la humana y porque el rey después de tanto tiempo había regresado en su compañía.

―Yo soy quien debe ser su esposa. ―Gloria, la mujer que los ancianos y el consejo eligieron para Ares los miró. ―Me he encargado de la manada en su ausencia, no puede dejarme de lado.

―Todavía no sabemos lo que pasó. ―El líder del consejo la miró a los ojos. ―Esperemos que llegue, ahí lo comprenderemos todo.

―El alfa está aquí. ―Anunció uno de los guerreros y todos en la sala se movilizaron.

Gloria fue la primera en llegar a recibir a Ares, su corazón marchaba con fuerza y al verlo con aquella rubia en sus brazos supo de inmediato que él había logrado encontrar a su destinada. Su aroma impregnado en la humana la llenó de ira.

―¿Por qué has traído a una humana a nuestro mundo? ―Atacó Gloria siendo la primera en hablar.

―Es mi luna. ―Respondió él con voz gruesa e intimidante. ―He venido a reclamar lo que me pertenece.

―Esto que dices te pertenece, estuvo bajo mi liderazgo y protección todos estos años que decidiste darle la espalda a tu gente.

―Sabes perfectamente porque lo hice. ―Endureció la mirada. ―Y no voy a permitir que se me ordene hacer algo que no quiero. ―Caminó entre las personas que estaban emocionadas por verlo nuevamente. ―Su rey está de vuelta y con ello la legitima luna de esta manada. ―Sentenció.

―Rey alfa. ―Una de las sirvientas se acercó. ―Vamos, le arreglaremos la habitación para que la luna descanse. ―Sonrió emocionada.

―Hijo mío. ―Agar, el abuelo de Ares asintió al verlo aliviado de que estuviera bien. ―Ve a llevarla, te estaremos esperando en el consejo. ―Ares obedeció a la orden del anciano y se retiró sin darle una mirada a la pelirroja furiosa.

Isabel se revolvió en la cama, el olor amargo la hizo arrugar su nariz y la incomodidad la llevó a abrir los ojos. Ella dio un largo suspiro y le echó una mirada a la enorme y hermosa habitación, es como si estuviera cientos de años en el pasado.

―Veo que estás un poco sorprendida. ―Gloria salió de su escondite y sonrió al verla sobresaltarse ante su presencia. ―Por tu manera tranquila de comportarte supongo que no sabes quién soy.

―Ni siquiera sé donde estar. ―Intentó sentarse, pero el dolor en su cuerpo la hizo quejarse, eso le recordó lo que había pasado e instintivamente sus mejillas se sonrojaron enojando más a Gloria.

―Estás en un mundo que no es el tuyo, exactamente en la manada Luna Llena y estás ante la presencia de tu reina. ―Isabel abrió los ojos como platos. Ares le habló algo al respecto, pero no le explicó muy bien.

―¿Reina? ―Susurró un poco intimidada.

―Sí, soy la esposa de Ares.

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