Habían pasado algunos días desde la interrupción de Briana. Isabel no había querido hablar de eso, ni con Ares, ni con nadie. La conversación que tuvo con él se había quedado suspendida como una amenaza constante, como una cuerda tensa a punto de romperse, pero por ahora necesitaba otra cosa: necesitaba aire y por eso estaba allí. De compras.
El centro comercial brillaba con las luces suaves de las vitrinas, con el murmullo constante de gente yendo y viniendo, ajenos a todo. Ares caminaba a su lado, demasiado imponente para pasar desapercibido, demasiado protector para permitir que nadie se acercara.
Había mujeres que lo miraban de reojo, con ese interés disfrazado de curiosidad. Alguno que otro hombre se apartaba cuando sus ojos azules se posaban sobre ellos, pero Ares ni siquiera parecía notarlo. Solo tenía ojos para Isabel y para cualquier amenaza invisible.
Isabel intentaba enfocarse en lo trivial: ropa para el bebé, pequeños detalles, una que otra prenda para ella. Era absurdo, p