No pudo evitar levantar la mano, tentado a acariciar su mejilla. Entre más tiempo pasaba con ella, más se embriagaba de su calor.
—No lo hagas… —dijo Lorena entre dientes—. Soy solo un trabajo, ¿recuerdas?
Por un momento se vieron a los ojos, ambos moribundos y heridos. Los dedos de Johan delinea