—¡Lorena!
—¡Señor Román! —Explotó en felicidad Lorena y corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a él, que de inmediato la recibió entre sus brazos y la cargó como lo haría con una hija. La estrechó tan fuerte que Lorena sentía que no podía respirar, pero no importaba, podría romperle cada hueso