—¿Qué hubieras hecho tú, Frida? —se preguntó y una lágrima cayó por su mejilla—. Me hubieras ayudado pese a todo.
Se limpió el rostro y siguió comprando ropa para su amiga por mandato de su padre, pues quería que la nueva señora Raig se viera a la altura de las damas más elegantes de Francia.
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