Frida, con ambas manos sobre su pecho comenzó a forcejear. No lo quería cerca, le dolía.
—¡Suéltame! ¡Déjame en paz!
Román tomó su rostro entre sus manos, obligándola a levantar su mirada rota hacia él.
—No… Ya no… Ya no quiero soltarte. Cada vez que te vas, los malentendidos arruinan aún más lo